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El baile de los elementos entrópicos

2016

Proyecto comisariado por Susana González para Galería Bacelos, Vigo (SP) con Irma Álvarez-Laviada y Belén. 

 

Bajo el título El baile de los elementos entrópicos se recogen una selección de obras de las artistas Irma Álvarez-Laviada (1978) y Belén (1981) en la galería Bacelos. Los trabajos que integran la muestra reúnen las principales características de sus respectivas trayectorias.

He encontrando un nexo de unión entre los
conceptos que estudia la entropía: el orden, el desorden, el azar, el destino y la suerte, junto con otras nociones como lo inestable, la fragmentación o lo informe y las ideas expresadas por ambas artistas. Me  permito  tomarlo como punto de  partida.

La entropía es una magnitud termodinámica que contiene dos importantes acepciones,  por un lado, el desorden y por otro, el grado de organización de los sistemas. Pero también tiene que ver con la incertidumbre y la cantidad de información presentes en un proceso comunicativo.
Partiendo de dicha perspectiva, los trabajos de Irma y Belén constituyen una mirada  actual que establece el orden en el caos de aprehender una realidad desde una apariencia absolutamente equilibrada y poética.

En 1971 Rudolf Arnheim publica Arte y entropía, ensayo que pone en relación el orden y  el desorden como ideas básicas de la estética. En él hablará del desorden como la alteración en los esquemas de la percepción, de la experiencia y del lenguaje, en relación a las nuevas formas de práctica estética. Años antes Robert Smithson, en su ensayo de 1966 La entropía y los nuevos monumentos, planteó nuevas perspectivas creadoras asociadas al desorden estético como parte necesaria del orden social.

Las obras de Irma Álvarez-Laviada y Belén devienen de una serie de encuentros con objetos que actúan como puntos de inflexión para dar lugar a un procedimiento de construcción. El encuentro casual, el acercamiento a los materiales, la reutilización, la reconstrucción, la reinterpretación y la nueva recontextualización, son parte del proceso de trabajo.

Desde este punto de vista percibo una cierta conexión ideológica con Robert Smithson y alguno de los temas centrales de su obra, el caos/orden y la degeneración/generación. Se adivina un interés por la idea de desgaste físico asociada al paso del tiempo y a la tendencia de las objetos a estropearse, degradarse o agotarse. Su trabajo propone un paisaje entrópico construido con residuos industriales de fuerte contenido estético, elementos desprovistos de sus cualidades para asumir otras con las que crear un nuevo universo de intercambios. Si bien aquí hablamos de los non-sites, al modo del término acuñado por Marc Augé, en el caso de Belén e Irma, me permito la licencia de llamarlos no-objetos y otorgarles las propiedades de depositarios de la memoria y termómetros del desorden.

Más próximas al concepto de objet trouvé que al de ready-made promulgado por Marcel Duchamp, ambas artistas, no solamente eligen objetos al azar fabricados en masa con el fin de exhibirlos como obras de arte, sino que existe un acto de preferencia en  la elección, de selección de algunas cualidades estéticas con las que otorgar una nueva significación a la obra. Hablamos del interés por los materiales resultantes de la sociedad de consumo. Objetos aparentemente inservibles, restos de la sustracción y de la destrucción, que ambas reciclan y transforman a partir de una ejecución perfeccionista y meticulosa, a través de medios como la pintura, la escultura, la fotografía, la acuarela, el video o la instalación.

De esta manera, el producto residual se transforma en objeto artístico y actúa como canalizador de pensamiento. Ambas coinciden en presentar obras que se caracterizan  por una belleza visual y armónica impropia de los materiales empleados, para arrojar un enunciado crítico sobre el ejercicio de la práctica pictórica, la industralización, la sociedad de consumo y la relación del hombre con la naturaleza, como ejes principales de sus preocupaciones estéticas y discursivas.

Los trabajos de Belén hablan de la ordenación del cosmos, del universo, de lo aleatorio o lo inesperado, de aspectos relacionados con la estructura y sus principios, y del flujo de los materiales. Su obra es una búsqueda del orden por medio de un proceso sistemático y riguroso como vehículo para la transgresión, la experimentación y el juego.

Su proyecto supone una suerte de poesía sutil en el que se presentan materiales erosionados, residuos de plástico arrastrados a la arena, trapos de taller que con anterioridad sirvieron para limpieza y secado, restos de obras inacabadas que recupera y enaltece. Todos ellos materiales humildes y próximos que no escapan a su mirada.

Siguiendo las lecciones propugnadas por su maestro, el profesor Heimo Zobernig, su trabajo reflexiona sobre el propio modelo expositivo y su contexto. Por ello, el espacio debe convertirse en una parte sustancial de la obra otorgando significación a la manera  de mostrarla e invitando a la participación del público como vínculo entre ésta y su discurso. Se suma aquí un proceso de proyección expansiva, de viraje a lo  tridimensional, en la que los elementos estructurales pasan a formar parte de ésta como soporte y como parte del lenguaje visual propuesto.

En la obra de Belén no pasa desapercibida la influencia de la Bauhaus y del ideario De Stijl, vinculada a sus principios elementales como la naturaleza, lo negativo y lo positivo, lo estático y lo dinámico, lo inesperado y el azar.

En el proyecto After Sputnik, resultado de su Residencia en la Academia Española de Roma, presenta composiciones aleatorias sobre tela o flotantes en el espacio, implosiones/explosiones de objetos de colores, que nos llevan inexorablemente a las obras de Malévich, en las que plantea una clara asociación entre el espacio y el tiempo. Estas composiciones, configuradas con sedimentos, presentan una estética geométrico- constructiva, que remiten a la representación del universo visual y a la supremacía de la nada defendida por él.

Hablo de sedimentos al referirme a la acumulación de materiales atestados mecánicamente por las condiciones meteorológicas, pero también de la acepción que se refiere a la mella dejada por un hecho o una experiencia en la persona. Intuyo que Belén está hablando de sostenibilidad entendida como capacidad de permanecer, como  cualidad de los elementos, de los sistemas o de los procesos para continuar activos en el transcurso del tiempo.

En obras como Supersuperficie, presenta diminutos sedimentos de plástico agregados a baldosas dispuestas a modo de retícula, en la que hace referencia a la obra Supersurface de Superstudio, considerando algunos de los códigos de crítica social sostenidos por el grupo arquitectónico de finales de los sesenta. Entre ellos, la sobrevaloración del objeto  en la sociedad de consumo.

En el video Pelotonos, muestra una serie de residuos constituidos por  elementos  plásticos de colores, flotando en el río Tíger. Este trabajo me remite a la obra Debris de Angela de la Cruz, en la que se integra un resto a la deriva que ha quedado varado en la playa, con la que la artista hace referencia a los restos flotantes de los océanos y a su llegada a la orilla del mar, al caos de los fenómenos meteorológicos como elementos de destrucción y a los pedazos, como resultado de la catástrofe. Belén, como ella, muestra   lo que ha sobrevivido a la acción de la naturaleza, la resistencia ante la adversidad.

Al mencionar a Angela de la Cruz debo irme al trabajo de Irma Álvarez-Laviada. Encuentro analogías entre muchas de sus obras, destacaré el hecho de tomar prestado   el lenguaje minimalista para traspasar los límites del lienzo y el uso de un estilo mixto que juega con los códigos de la pintura y la  escultura.

 

Desde una perspectiva formal, las obras de Irma Álvarez-Laviada se caracterizan por una simplicidad compositiva y una organización en la que se establecen nexos indisociables con artistas referenciales pertenecientes al neoplasticismo, al expresionismo abstracto o  al minimalismo. El proceso da lugar a una reconsideración de los métodos y la desmaterialización de la pintura.

Su trabajo se caracteriza por la preeminencia de la forma, los planos de color y la fragmentación compositiva. Bajo esta premisas dirige sus intereses estéticos y conceptuales hacia la arquitectura y su contexto. Los límites pictóricos se expanden en   un acto de modificación totalmente deliberado como parte de la indagación en nueva configuración de la obra.

En el proceso sobresale un recurso operativo, el encuentro fortuito. Por eso, muchos de los materiales empleados son el resultado del azar, de hallazgos producidos de manera casual, “serendipias” personales con las que configurar un universo de embalajes desechados, cajas de cartón, restos de paneles troquelados, recortes de plexiglas o cinta adhesiva… Hablo de material residual como parte consustancial de la obra, algunos de ellos generados en el propio espacio de trabajo, y todos, material vehicular para una nueva interpretación del espacio  arquitectónico.

Su proyecto se vincula al cuestionamiento de la fisicidad y en este camino son diferentes las acciones: doblar, desplegar, desdoblar, arrugar, plegar, saturar o invertir. Lo vemos en proyectos como Lo necesario y lo posible, Modalidades de lo visible o Desapariciones.

Es recurrente en su trabajo el uso de la seriación y la secuencia, como método para la concepción de la unidad y el ordenamiento espacial. Este recurso se repite en distintos grupos de trabajo. De forma común cada elemento está sujeto al otro potenciando la tensión con el espacio que lo circunda. En obras como Concelaled o S/T, esta última presente en la muestra, se crea un corpus archivístico a partir de similares tipologías formales. En la primera, registra fotográficamente distintos elementos ocultos bajo lonas en la ciudad de Seul y en la segunda, herramientas y materiales cercanos de su espacio de trabajo. Un método de percepción de la realidad que establece unos límites claros en lo temático y en la forma de acercamiento al objeto registrado. En ocasiones, utiliza la reiteración del mismo, a modo de “seriación de la seriación” haciendo hincapié en el potencial expresivo del recurso.

 

Irma Álvarez-Laviada encuentra uno de sus mayores intereses conceptuales alrededor de la idea del vacío. Diferentes son las interpretaciones y disertaciones sobre el tema, en su caso, le interesa como elemento de construcción y medio para el diálogo con el espacio arquitectónico.

Heidegger en su ensayo El arte y el espacio, un texto que contiene litografías de Chillida, habla del vacío vinculado al espacio como sustentador de contenido y como generador de enfrentamiento entre sujeto-objeto. A esto se refirió con su concepto de Raum, en el que el vacío será parte integrante del espacio y el tiempo, puesto que de no existir desaparecería la diferencia entre el espacio construido y el que está por construir.

Muchos han sido los artistas que se han interesado por esta noción, entre ellos Anish Kapoor, Klein o Rothko. También Barnett Newman, uno de los referentes de la artista, para el cual el vacío emparentará con lo sublime y se convertirá en el lugar donde los límites físicos de la obra se diluyan permitiendo concebir una totalidad sin fin. Este interés emparenta con el trabajo de Irma Álvarez-Laviada en una sucesión de métodos para hablar del vacío y presentar una propuesta que gira en torno a los estados de transitoriedad de las obras, al carácter accesorio de los materiales y a la negación de la imagen como estado constitutivo de la  misma.

Varias son las coordenadas que acercan el trabajo de Irma Álvarez-Laviada y Belén, he revisado alguna de ellas con carácter general e individual, pero destacaría el equilibrio entre el formalismo visual y el desarrollo conceptual de sus respectivas producciones. Un baile de elementos entrópicos desde donde practicar un proceso inverso de reconstrucción como medio de resistencia y de  memoria.

 

Susana González

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