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I turn Chilli Red

Belén Rodriguez, I Turn Chilli Red

Josh Lilley Gallery, Londres

 

Yo me convierto en rojo chile, expresión extraída de un poema escrito a comienzos del siglo XVI por un tintorero azteca anónimo, que aparece en la Historia general de las cosas de la Nueva España del franciscano Bernardino de Sahagún, conocido generalmente como Códice Florentino, es el título genérico bajo el que expone sus trabajos Belén Rodríguez (Valladolid, España) en su tercera exposición individual en la galería Josh Lilley. Efectivamente, en los últimos tres años, el trabajo pictórico de Belén se ha centrado en los procesos de teñido y desteñido de telas de diferentes formatos y disposiciones espaciales. En este exposición, tanto las piezas que muestra colocadas sobre bastidor como las que cuelgan libres en el espacio, la pintura no es ya una capa superpuesta sobre el lienzo, sino un proceso molecular que ha penetrado en el interior de la tela, con la que forma un cuerpo único. Frente a la materia pictórica, la textura y la componente táctil de la pintura, estos trabajos están dominados por la lógica y la dinámica de lo líquido. El pigmento líquido fluye en grandes masas saturadas sobre la superficie de la tela  — entre indeterminación y control, entre azar y necesidad—  tanto en el proceso aditivo del teñido como en el abrasivo del desteñido, y la pintura se desborda hacia los extremos en un hedonismo acuoso. Es una pintura realizada por adición, pero también por sustracción, por roce, por erosión, por erotismo. Por otra parte, la referencia a la cultura azteca precolonial tiene estrecha relación con el trabajo que la artista emprendió durante 2018 durante una estancia en Colombia, en la que el contexto caribeño acentuó el aspecto sensual de su trabajo, frutal y floral, decorativo y cálido.

            La exposición incluye piezas de formato monumental, formadas en alguna ocasión por diferentes telas cosidas, junto a otras de tamaño más contenido; algunas con referencias figurativas identificables junto a otras en las que lo real parece haberse disuelto en patterns abstractos: en cualquiera de las variables se muestra la efectividad del dispositivo fluido, su funcionamiento en contextos diferentes, en los que no solo la tela queda empapada sino la propia pintora, como el tintorero azteca, se convierte ella misma en color. Entre el flujo de tinte y el diseño blando, la línea fronteriza entre abstracto y figurativo se desvanece inundada por el caudal de pintura. Las referencias más inmediatas, amarillo sol, naranja atardecer, fruta verde, piscina azul son el testimonio de un amor al mundo que no se agota en estas equivalencias, sino que las hace rotundas como fuente del deseo.

            En los telones colgados o en los libros con hojas de tela, la superficie reniega del plano estable, de la superficie tensada en el marco normativo del bastidor, para reivindicar el pliegue y la movilidad, la gravedad y la gracia. Sobre estas superficies inestables y cambiantes, el color vuela libre en el espacio como las alas de un ave tropical. Las telas pueden observarse por ambos lados, uniformemente impregnadas de color. Pero en otras piezas la artista recurre al formato rectangular, a la tela tensada y el límite ortogonal, seguramente como desafío a su propia experimentación, pero sobre todo como forma de evaluar el efecto de su apuesta de ruptura en el marco más convencional del tableau.

Francisco Javier San Martín

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